lunes, 12 de diciembre de 2011

Son mis amigos, por encima de todas las cosas.

Con el paso del tiempo, conoces cientos y cientos de persona, incluso miles, me arriesgo a decir. Bueno, "conoces", no literalmente, es como el que cree saber algo y luego no tiene ni la menor idea de qué va. De ese gran número de personas, unos son a los que saludas porque te suenan o, desgraciadamente, porque antes eran de esos que consideraste para siempre y que, por ciertas razones, se resumió a un cruce de palabras por educación y por lo que fueron. Otros tantos son esos que siempre que quieras ir de fiesta serán los primeros en acompañarte, eso sí, ni se te ocurra contar con ellos cuando tengas problemas. Luego están aquellos que conoces hasta tal punto que te sabes de memoria dónde está la última mota de polvo de debajo de su cama, esos que saben todo de ti, esos que siempre estuvieron y no dudas que siempre estarán, aunque haya ciertos casos que, pese a los años, les importe poco dejarte a un lado y seguir su vida. Por último, y no por ello menos importante, está ese grupo de personas que no conoces desde siempre, pero que, desde que están ahí, no te han fallado ni una sola vez. Han sido con quienes has podido contar, no las veinticuatro horas del día, sino veinticinco.

En definitiva, hay personas que vienen y van, nunca o casi nunca vas a saber quién va a estar ahí siempre, lo que sí es cierto es que los de verdad son para siempre. No obstante, todos y cada uno de ellos aportan algo en tu vida. Sin embargo, los de verdad son tu familia, la familia que tú eliges o que, en cambio, tienes la suerte de que te hayan elegido a ti en la suya. Así que, yo os agradezco dejarme formar parte de la vuestra. 

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