martes, 30 de octubre de 2012

Skyfall is where we start.

Desde que nacemos buscamos la perfección, la buscamos porque creemos que nos llevará a la felicidad eterna, pero no sabemos hasta qué punto nos equivocamos. La felicidad no es para siempre y, por supuesto, nadie puede ser feliz cada segundo de su vida. Es totalmente imposible. La felicidad es un rayo de luz que llega de repente a nuestras vidas y que cada uno aprovecha y ve como quiere, simplemente debemos utilizarlo. Debemos reflejar ese destello de luz y no hacerle sombra, debemos sonreírle para que continúe brillando. Por eso mismo no podemos llegar a este momento con la perfección, porque si todo fuera perfecto jamás habría un destello de luz que sobresaliera sobre los demás. Todo sería igual, aburrido, monótono, oscuro. No hay que fingir una sonrisa para que las cosas salgan mejor porque os aseguro que eso no ocurrirá. Solamente hay que pensar que todo pasa, todo. Aunque en algunos momentos creamos que no hay salida, que estamos perdidos, que para nosotros no hay opción... siempre hay una salida. Por muchos días que haya en los que domine la tormenta siempre saldrá el sol.

jueves, 25 de octubre de 2012

I'll love you, always.

- ¿Tienes un papel?
+ ¿Para qué?
- Yo quiero estar contigo y tú quieres estar conmigo, para llevarlo a cabo necesitamos unos votos, un compromiso, un contrato. Dame un trozo de papel. 
+ Toma.
- Muy bien, ¿qué queremos prometernos?
+ Que me querrás hasta cuando me odies.
- Que nos querremos hasta cuando nos odiemos. Sin huir jamás. Nadie echará a correr pase lo que pase.
+ Sin huir.
- ¿Qué más?
+ Que nos cuidaremos el uno al otro aunque seamos viejos y estemos seniles. Y si yo sufro Alzheimer y me olvido de ti...
- Yo te recordaré quien soy cada día... Vale, cuidarnos cuando estemos viejos y estemos seniles. Esto es para siempre. Firma.

:)

lunes, 22 de octubre de 2012

Que la fiesta empiece ya.

Deberíamos despedir a las ilusiones truncadas con una fiesta memorable. Con confeti, con fuegos artificiales y con una mesa llena de tortillas y empanada. Cuando nos sentimos desilusionados y hemos perdido la esperanza por alcanzar un sueño, en muchos sentidos se nos apaga una luz que bien nos valía para iluminar un poco nuestra vida y para saber por dónde movernos mientras la recorríamos. Las ilusiones contribuyen así, a hacer más agradable nuestra vida y es cierto, rotundamente cierto, que mientras aguardamos a que llegue lo que tanto esperamos, son la razón de que conozcamos lo que es la felicidad en momentos donde perseguimos aquello de lo que andamos escasos. Siendo así que las ilusiones nos permiten descubrir la felicidad cuando no estamos plenos aún, ¿qué diferencia su papel en nuestras vidas del que desempeñan nuestros mejores amigos?

Las ilusiones, he aquí el descubrimiento de la semana, son como amigos que nos acompañan en la vida para conferirle el sentido que sin ellas nos falta. Y cuando las ilusiones se vienen abajo, como si una vajilla entera se precipitase contra el suelo con su característico ruido de porcelana quebrada, lo que en verdad sucede, es que hemos perdido a un amigo que se marcha de viaje. Un amigo que se ha ido pero que va a volver. Porque al menos en mi experiencia, las ilusiones vienen ya veces, se van. Pero cuando se pierden, sólo es cuestión de tiempo que regresen a nosotros y vuelvan a darle color y luz a nuestra vida. Por eso, la ilusión que nos roban se merece lo mismo que el amigo que se marcha durante un tiempo un poco largo y triste: una buena fiesta. 

Al mal tiempo buena cara y ahí va mi propuesta para las más amargas desilusiones: si la vida te quita algo que tanta felicidad te daba; si se lleva tu ilusión, hazle una fiesta por todo lo alto y que tan sólo te quede el grato recuerdo de haber podido despedirte de un "amigo" junto con todos aquellos que tienes de carne y hueso. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Yo te espero y tú no estás.

Es sólo que cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo - más aún para esperarlo -, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos. Pero desde el principio sabemos - desde que se nos mueren - que ya no debemos contar con ellos, ni siquiera para lo más nimio, para una llamada trivial o una pregunta tonta, para nada. Nada es nada. En realidad es incomprensible, porque supone tener certidumbres y eso está reñido con nuestra naturaleza: la de que alguien no va a venir más, ni a decir más, ni a dar un paso ya nunca - para acercarse ni para apartarse -, ni a mirarnos, ni a desviar la vista. No sé cómo lo resistimos, ni cómo nos recuperamos. No sé cómo nos olvidamos a ratos, cuando el tiempo ya ha pasado y nos ha alejado de ellos, que se quedaron quietos. 

martes, 9 de octubre de 2012

Me desabrochó algo que no sabes y me comió el corazón.

No le dio tiempo a Cupido a tensar el arco, 
no hizo falta disparar, 
ya nos habíamos enamorado. 
Tú de mi inseguridad 
y yo de todo. 
Me dijiste: 
"Si no corremos pasará de largo todo esto, 
y hoy tienes que poner a mi nombre 
todos los besos que te quedan"
Me quedé helada,
agarraste mi mano 
y condujiste mi coche hasta tu casa.
Hubo confeti en el ascensor. 
Nos dimos tantos besos
que tuvimos que darle la vuelta a la piel
cuando no quedaba un centímetro intacto.
La ropa interior nos resultaba incómoda
como una armadura
y se fue...
Esa noche pasaron cosas
que no caben en ningún poema. 

viernes, 5 de octubre de 2012

Cada persona que nos permitimos querer no es más que otra futura pérdida.

Según Elizabeth Kübler-Ross cuando vamos a morir o sufrimos una dura pérdida, todos atravesamos cinco fases definidas. Primero, lo negamos, porque es tan inimaginable que no podemos creer que sea cierto, nos enfadamos con todos, con los supervivientes, con nosotros mismos. Luego negociamos, suplicamos, imploramos, ofrecemos cuanto tenemos, hasta nuestras almas, a cambio de un día más. Cuando la negociación fracasa y no podemos soportar la ira, nos deprimimos, nos desesperamos, hasta que por fin aceptamos que hemos hecho todo lo que hemos podido y nos resignamos, nos resignamos y acabamos aceptándolo. Hay cinco fases en el duelo, se manifiestan de una forma diferente en cada uno, pero siempre hay cinco: negación, ira, negociación, depresión y aceptación