sábado, 22 de diciembre de 2012

Quiero ser tu incertidumbre y sobre todo tu certeza.

No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza 
por eso de que sus caderas...
Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras 
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

Pero además la he visto seria y ser ella misma, 
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.
Por eso, eso que me cuentas, de que "mírala cómo bebe las cervezas 
y cómo se revuelve sobre las baldosas"
y que fácil parece a veces enamorarse. 

Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo 
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción.
Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un 
cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.

Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella
aparezca de golpe y de frente
para decirte "venga, hazte un peta y me lo cuentas".
No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

Así que supondrás que yo soy el primero que entiende
que pierdas la cabeza por sus piernas
y el sentido por sus palabras
y los huevos por un mínimo roce de mejilla.

Que las suspicacias,
los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte
son algo con lo que ya cuento. 

Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.
Que yo también la veo,
que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.

Que sé cómo agacha la cabeza, levanta la mirada 
y se muerde el labio superior.
Que conozco su voz en formato susurro 
y en  formato gemido y en formato secreto.

Que me sé sus cicatrices y el sitio en que la tienes que contar 
en el este de su pie izquierdo para que se ría.
Y me sé lo de sus rodillas y la forma de rozar las cuerdas de la guitarra.

Que yo también he memorizado su número de teléfono,
pero también el número de sus escalones
y el número de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.

Que no solo conozco su última pesadilla, también las mil anterior.
Y yo sí que no tengo cojones a decirla que no a nada
porque tengo más deudas con su espalda
de las que nadie tendrá jamás con la luna 
(y mira que hay tontos enamorados en este mundo).

Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.

Que la he visto volar por encima de poetas 
que valían mucho más que estos dedos,
y la he visto formar un charco de arena 
rompiendo todos los relojes que la puso el camino.
Y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana.
No me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.

Que lo de "mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

Que te entiendo,
que yo escribo sobre lo mismo,
sobre la misma.
Que razones tenemos todos,
pero yo muchas más que vosotros.

martes, 18 de diciembre de 2012

Piensa en esas cosas que la hacían maravillosa y que están en tu interior.

Nunca nos parece el momento justo, siempre pensamos que lo que nos gusta o alegra, lo que nos alivia o ayuda, lo que nos empuja a través de los días, podía haber durado un poco más, un año, unos meses, unas semanas, unas cuantas horas... Nos parece que siempre es temprano para que se les ponga fin a las cosas o a las personas, nunca vemos el momento oportuno, aquel en el que nosotros mismo diríamos: "Ya. Ya está bien. Es suficiente y más vale. Lo que venga a partir de ahora será peor, un deterioro, un rebajamiento, una mancha". A eso nunca nos atrevemos, a decir "Este tiempo ha pasado, aunque sea el nuestro", y por eso no está en nuestras manos el final de nada, porque si dependiera de ellas todo continuaría indefinidamente, contaminándose y ensuciándose, sin que ningún vivo pasara jamás a ser muerto.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Tienes verdades, abrazos que abarcan ciudades.

Definimos posiciones, repasamos  pros y contras y caímos en la cuenta de que lo nuestro era, como poco, inevitable. Calculamos los porcentajes de ternura y el resultado fue absoluto. No pudimos más y nos fallaron el sentido común y las piernas. Cedimos a golpe de carcajadas. Le pusimos hoyuelos, gestos y locura adquirida. No había imaginado de qué color sería su ropa interior porque sólo podía mirar esos ojos. Su mirada ya no pedía a gritos que le rescatara de futuras huidas. Me colgué su imagen de la retina, permití que me llenara de sorpresas hasta la espalda y descarté las cicatrices. Embargamos las horas de sueño para morder todos los metros cuadrados de nuestras bocas. Me desnudó sin manos, se enredó en mi melena, me hizo bostezar las penas y las reemplazó por ilusión. Centré mi atención en los ensayos de los momentos activos de su vida. Actué sin guión establecido. Y, hoy, retumban en mis oídos como los mejores aplausos del mundo, sus suspiros.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tú, amor, tú me gustas para todo.

Hay mujeres que me gustan para quererlas,
otras me gustan para follar
y viajar a París por unas horas entre sus piernas,
otras me gustan para hablar de sentimientos o de ropa,
otras para verlas reír,
otras para abrazarlas,
otras para que me escuchen,
otras para contarnos cosas grandes.

Pero tú, amor,
tú me gustas para todo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

El equilibrio no duerme cerca.

A veces cuando algo sucede pensamos que no debería haber ocurrido así. Por eso sentimos, cuando muere un ser querido o cuando sufrimos cualquier derrota, que todo ha terminado. Y no es verdad, ese es el principio siempre. Porque la grandeza se alcanza no cuando todo va bien, sino cuando la vida te pone a prueba. Cuando tienes un gran tropiezo, cuando te decepcionan, cuando la tristeza te invade. Solamente estando en lo más profundo del valle puede saberse lo magnífico que es estar en la cima de una montaña