domingo, 15 de diciembre de 2013

22 cosas que echas de menos de España ahora que no vives aquí.

Te has ido. Puede que haya sido por obligación, tal vez hayas hecho la maleta con entusiasmo y convicción, puedes haberte ido con alegría. Reniegas de tu país de origen, no crees en fronteras, la marca España te da igual, te va genial, te va regular, te encanta tu nueva vida o la sobrellevas, pero a veces, ay, a veces, además de la familia y los amigos (¿qué patria hay si no?) te encuentras recordando no sólo lo malo, que abunda, sino también lo bueno. Que aunque parezca increíble también lo hay. 

Aunque nunca echará de menos lo mismo alguien de Santander que alguien de Mojácar ni alguien cuyo nuevo destino sea Noruega que alguien que viva en Australia, hay una serie de elementos comunes básico que harán que si nos lees desde tu nuevo destino, te mueras de ganas de hacer la maleta y entonar el "Vuelve a casa vuelve".

1) ¡EL JAMÓN!
Va entre exclamaciones pero debería estar escrito en fuente Impact tamaño 72. Ni la fabada de tu abuela, ni las croquetas de tu madre, ni la paella de tu padre; el jamón es el número uno, el Valhalla, el non plus ultra de la morriña. La mitad de las consultas que reciben los operarios de las líneas aéreas en España están relacionadas con poder llevar jamón en los viajes y su semiprohibición en ciertos países hace que circulen packs de envasados al vacío como las botellas de destilados circulaban durante la ley seca. Así que si tienes un poco de jamón cerca, míralo al trasluz, huélelo, hazle una reverencia y degústalo a tope. Se lo merece.

2) LAS PERSIANAS.
Qué pesados somos los españoles quejándonos de la falta de persianas cuando vamos por ahí. Pues sí. Invento básico que regula la luz, protege del viento y de las miradas indiscretas, los países de influencia calvinista desconocen completamente su existencia y cada día nos preguntamos cómo pueden vivir sin ellas.

3) LOS BARES DE VIEJOS CUTRES.
Antes y después de que fueran tomados por los hipsters, los bares cutres con palillos y servilletas en el suelo, una barra de formica y una placa del mundial del 82 son parte del ADN de cualquiera que haya vivido en España. Saber que podías encontrar uno a la vuelta de la esquina abierto a horas intempestivas y regentado por un sueño con bigote parlanchín te daba una seguridad en el mundo y en la vida en general de la que ahora careces. A veces también añoras los camareros bordes y el mal servicio. Así de tramposa es la nostalgia.

4) EL SOL.
Los de las zonas más septentrionales de la península no lo añoran tanto porque no es un invitado de la vida diaria, pero los que lo dan por supuesto no sabrán lo importante que es hasta que se encuentren con lluvia durante tres semanas consecutivas. No ver el cielo azul en tres meses o pasarse ese mismo tiempo rodeado de nieve consigue explicar por qué todos los pueblos antiguos adoraban el sol como Dios supremo. En los países más fríos comprenderás a la perfección por qué la gente se vuelve loca cuando llega la primavera, enloquecerás tu también y participarás del alborozo.

5) LOS TECLADOS DE ORDENADOR.
Las tildes. La eñe. No hase falta desir nada más.

6) LAS TAPAS.
No queda otra que ponerse cañí, tópico y repelente, pero sí, la tortilla de patatas, los choricitos, el pulpo, el pescadito frito, los embutidos, ir de pinchos, tomar tapas, todas esas cosas, las quieres y añoras a todas y a cada una de ellas. Cuando te vayas no te olvides de decir "Aceitunas rellenas de anchoa, a ti te echaré de menos más que a ninguno".

7) IMPROVISAR.
Salir de trabajar con los compañeros e ir a tomar algo sin tener que haber quedado con días de antelación, cuadrado agendas y reservado un sitio. Que el tomar algo sin más se vuelve una cena, y la cena, una noche de juerga. Salir de casa una tarde para hacer un recado y volver a las tres de la mañana cansado, un poco borracho y feliz.

8) LAS FREGONAS.
Este, uno de los pocos inventos españoles en la lista de contribuciones mundiales, todavía no ha sido adoptado por todos los países del globo y no entendemos por qué. Prueba a solucionar una inundación provocada por una  avería en la lavadora sin fregona. Sí, exacto, ahora eres Cenicienta.

9) LAS BAYETAS.
Siguiendo con el campo de la limpieza y el hogar, nunca sospechaste que una bayeta absorbente podía convertirse en objeto de deseo. El gel de ducha en envase grande es una entelequia por la que peregrinar y las esponjas "normales" que tienes en mente y las que encuentras a la venta vienen de mundos diferentes.

10) LA SOBREMESA.
Poder alargar la comida/cena/café con cháchara, intimidades, maledicencias y planes para resolver el mundo sin que los camareros te miren mal, sin que cierren las puertas o sin que el resto de los comensales tenga que irse con mucha prisa.

11) LA VIDA EN LA CALLE.
Lo más simple se convierte en un privilegio. Estar en una terraza tomando algo al sol, puede ser una entelequia en tu nueva vida. Di adiós a los niños que juegan en los parques o en la calle, a salir a pasear sin rumbo fijo por algo que no sea un centro comercial y a las tiendas llenas a las nueve de la noche. Calles asestadas bien entradas las madrugadas veraniegas, adiós.

12) EL TOMATE FRITO.
Primera compra importante en tu nuevo hogar. Vas al súper buscando tomate frito porque das por supuesto que está en todas partes y te encuentras con que no hay, y si lo hay no es lo mismo ("no es lo mismo" se va a convertir en una frase muy repetida en tu vida). A partir de ahora chistes manidísimos como el "cuate, aquí hay tomate" harán que te salte una lágrima. 

13) EL COLACAO.
Con sus vetustos anuncios políticamente incorrectos, su icónica imagen, sus grumos, sus inventos peregrinos de cada verano... por muy buenos que sean los productos para chocolatear la leche, no encontrarás nada parecido.

14) NO TENER QUE CONDUCIR.
Un tema sensible para los que viven fuera de Europa. Poder ir a cualquier parte sin tener que coger el coche e introducirse en carreteras de cuatro carriles, o incluso poder llegar al trabajo en transporte público (por muy renqueante que sea) es la típica cosa que recordarás nostálgicamente cuando pases al volante de un armatoste un tercio de tu tiempo.

15) LOS HORARIOS.
Los locos horarios españoles tienen cosas espantosas como la jornada partida y llegar a casa de trabajar a las ocho de la tarde (o a las once de la noche), pero a la vez esa misma jornada partida permite a algunos privilegiados echarse la siesta (ya tardaba en salir) y da lugar a costumbres con las que cuesta más romper de lo que parece, como ¡poder comer a las tres de la tarde! ¡cenar a las diez de la noche! Mágico.

16) EL SENTIDO DEL HUMOR.
Tan difícil de definir y tan definitivo, el humor es una de las cosas más específicas y capaces de demostrar la conexión con otra persona, con otra cultura u otro país. Desde pillar los chistes, emplear la ironía o soltar frases de Chiquito o del APM en tus conversaciones cotidianas como si tal cosa, compartirlo provoca una sensación de pertenencia impagable.

17) EL CAFÉ.
Si no se está en Italia, Venezuela o Colombia, es muy probable que esté en el top de las cosas que se añoran. Cada país tiene su forma particular de prepararlo y esto nos lleva a los cafés aguados, los que tienen poso, los engendros con polvos instantáneos... por no hablar del galimatías de las diferentes formas de pedir por el mundo un café con leche o un cortado en tacita o vaso de caña. Te espera todo un mundo de variedades cafeteras y experiencias desiguales hasta dar con la versión del café que te resulte más satisfactoria. Puede que hasta al final te encuentres mirando un Starbucks con ojos de deseo.

18) EL ACEITE DE OLIVA.
Aceite de oliva a buen precio, de buena calidad y que no se venda en la sección de delicatesen como aceite italiano (aunque sea español). La mantequilla te encanta y estás convencido de sus bondades, pero una vez más repitamos el mantra "no es lo mismo".

19) EL PAN: OH, EL BUEN PAN.
Pan que no sea de molde, que no sea una baguette recalentada, que no sea precongelado. Aunque la calidad del pan en muchas zonas de España sea como para llorar masa madre y, por ejemplo, en Francia la diferencia es mejor, si vives en Inglaterra o en un país asiático que no haya sido colonizado por los franceses sabrás de qué estamos hablando.

20) EL TURRÓN (MENCIÓN ESPECIAL PARA EL SUCHARD).
Ay de aquellos que tienen que pasar unas Navidades fuera de casa. Las fechas de la nostalgia por excelencia son terreno abonado para recordarlo todo con emoción suprema. Si los italianos han conseguido que el panettone sea fácilmente localizable en supermercados de todo el mundo, la labor difusora del turrón no es ni mucho menos comparable. Hasta el duro y el de yema, que sólo gustan a los abuelos, te encontrarás recordando en tus cenas navideñas.

21) LAS RUFFLES AL JAMÓN.
Por supuesto que amas el jamón pero, reconócelo, también las Ruffles que de jamón tienen bien poco. Aquí les profesamos devoción y sabemos lo duro que puede ser pasar muchos meses sin notar esa sensación de que la lengua se te queda como un esparto tras devorar el contenido de una bolsa.

22) LAS PIPAS.
Fieles compañeras de los adolescentes que pelan la pava y de los domingos con partidos de fútbol, quién te iba a decir que podrías añorar tanto un producto tan simple, tan sucio y tan omnipresente en los kioskos españoles. Saladas o sin sal, su chasquido te volvía loco y todos sabemos que no, las pipas de calabaza no tienen ni punto de comparación.

Mundo Traveler.

lunes, 2 de diciembre de 2013

What a life of travel does to you.

A life of travel is a good thing to have. But once you start off on it, there's no looking back. What travelling does do to you is working inside of you, changing you completely as it finds a seat deep withing you. It's a parasite with a greedily voracious appetite. That bastard is hungry. Once the travel bug bites, you're afflicted for life. Once the wanderlust hits, your feet never stop being restless. It creeps into the edges of your mind. 

The temptation is always there just to take off work, drop everything, and go. And once you have a trip on the books, it's inevitable that your eyes creep toward a calendar during any spare moment and instinctually count down the days until you can flee. There's a constant itch that gets under your skin, and the only way to scratch it involves a plane (or train or bus) ticket, a backpack, and plans that don't go beyond "just get me out".

Our heroes are people like Anthony Bourdain, who makes a living (and a life) out of trekking to the furthest corners of the map. We like stumbling through sentences in foreign languages like kindergarteners. We feel proud when we can get through three weeks in Eastern Europe on a single backpack or successfully navigage through the tricky back alleys of a new city. We get thrills during the moment that a plane takes off from the runway or a bullet train pulls out of the station. We get off on eating foods that contain things we've never tried before, let alone heard of. We love filling out those "where I've been" maps and seeing just how much of the world we've covered.

One of my favourite quotes about travelling is "I haven't been everywhere, but it's on my list". Iit sums up perfectly just why I love globetrotting so much. Once you start, you can never truly finish. There's always more to see, more to explore, more summits to climb, more seats to dive into, more cities to get lost in.

As scared as I am that I'll lose the means to travel, I think I know in the back of my head that I´ll never let it truly happen. Wanderlust doesn't just die from disuse or neglect. Get a camel, a hot air balloon, a pair of snowshoes, a hang glider, a sled pulled by dogs... if you want to get out, you`re getting out.