domingo, 4 de mayo de 2014

¡Feliz Día de la Madre, mamá!

Están por todas partes. Se disfrazan de ejecutivas, abogadas, maestras, camareras, peluqueras... Pero no tienen forma de ocultarlo; se las nota que son madres aunque no lo digan. Viven entre el resto de los mortales, como si nadie se diese cuenta de que son la madre que nos parió a todos. Así, casi nada.

Puede que las reconozcan por su dulzura. Son tan dulces que nos aguantan mucho antes de nacer sin esperar a cambio más que problemas, travesuras, chiquilladas, disgustos y una pubertad insoportable llena de dolores de cabeza. Y con una insensatez descarada que no hay quien entienda, aseguran además que no se arrepienten, que ser madres es lo más maravilloso del mundo. Que están para encerrarlas, vaya.

Son las reinas de los consejos. Sí, son a quien recurres en esas situaciones que te desbordan. Las personas a quienes pides consejo para luego hacer lo que te da la real gana, que por lo general suele ser todo lo contrario a lo que te han dicho. Para tu desgracia, siempre tendrán razón. Lo siento, no podrás librarte. Esto es así. Pero puedes estar tranquilo, nunca dirán "te lo dije" regocijándose de su inminente victoria. Siempre tendrán otro consejo mejor que volverás a no hacer ni puñetero caso. Siempre tendrán un consuelo para tus fracasos aunque te olvides siempre de agradecerle estar ahí en todos tus éxitos.

Y da igual cómo te pongas, todo lo estúpido que seas, todas las salidas de tono que tengas. Ellas estarán ahí, esperando a que les hagas falta. Por muchos "ahora no, luego", los "no seas plasta mamá" o los "hoy no puedo, que he quedado". Por muchas mentiras, y otras tantas verdades a medias. Por muchas noches que llegues tarde, por muchas llamadas que se te olvidó hacer... Estarán ahí, esperando su oportunidad para demostrarte que nunca te faltará de nada, como si estuviesen en deuda con nosotros. Ellas, que nos dieron nada menos que la vida. Aunque sea para llevarte la cena o plancharte esa camisa que eres incapaz de planchar.

Madre mía. La de veces que habré conseguido desquiciarte y la de veces que me has perdonado antes incluso de enfadarte. La de cosas que me has enseñado sin enseñarme. La de broncas a primera hora por no tomar el desayuno. La de tragedias que convertías en comedias con una sonrisa en la boca. La de veces que has estado ahí, escribiendo caricias en mis miedos y la de veces que te habré fallado. Ojalá cupiesen en los dedos de mi mano.

Madre! La de promesas que no he cumplido nunca y lo que me gustaría prometerte que nunca más daré problemas, que a partir de hoy llamaré todos los días... Pero la única promesa que puedo hacerte es que volveré a cagarla. Ya lo sabes. Y la única certeza que tengo es que por muchas veces que meta la pata, por muchos días que se me olvide llamarte, por muchos otros días en los que no te haga ni caso... Siempre estarás ahí, disponible para escribir caricias en mis miedos. 

Así que aunque hoy sea demasiado tarde, y sea también demasiado pronto, GRACIAS. Por todo lo que hemos vivido, por todo lo que nos queda pendiente.  Por cuidarme siempre aunque no siempre lo merezca.

¡FELIZ DÍA DE LA MADRE, MAMÁ!

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