- Es que me gustas mucho - él siempre se defendía con el mismo argumento, una verdad pavorosa, suficiente, porque era cierto que le gustaba mucho, tanto que cuando no estaba con ella, la veía en el techo de la biblioteca de la facultad, en los escaparates de las pastelerías, en el café con leche de todos sus desayunos, en el trozo de cielo que se distinguía desde el balcón de su cuarto, y por eso, cuando la tenía delante, se le iban los ojos, y las manos, y la boca, detrás de ella, encima de ella, a través de ella, y no podía evitarlo, necesitaba tocarla, besarla, apretarla entre sus brazos hasta sentir el relieve de sus costillas en la yema de sus dedos, porque le gustaba mucho, más que mucho, tanto como ninguna otra cosa que existiera en este mundo.
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jueves, 5 de enero de 2012
lunes, 19 de diciembre de 2011
Got to keep my head held high.
- Un cangrejo - Se acuclilló en la arena y movió la mano hacia abajo para indicarle que la imitara -. Ven, míralo... ¿Te has fijado? No andan hacia atrás, sino de lado.
- ¡Es cierto! - admitió, alborozado como un niño pequeño -. ¡Qué increíble!
- ¿A qué sí? - insistió ella -. La primera vez que lo vi me quedé pasmada. Toda la vida oyendo lo mismo, y ahora resulta que es mentira. Por eso me gustan. Porque no retroceden ante los obstáculos, sino que los rodean, que es una manera distinta de huir. Son astutos, pero no cobardes, ¿te das cuentas? He decidido que me caen muy bien, los pobres cangrejos.
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