viernes, 16 de noviembre de 2012

Se asusta pero no abandona.

Cuando somos niños soñamos con cosas pequeñas, sencillas. Un helado de fresa, una muñeca que llora y hace pis, o esa bicicleta que tiene el vecino del cuarto. Cuando nos hacemos mayores, nuestros sueños cambian con nosotros y se vuelven complejos, igual que nosotros. Y, de repente, la muñeca de trapo se convierte en un vestido nuevo con el que cruzar un océano a diez mil metros de altura para deslumbrar a tu marido en un viaje sorpresa. Pero, lo sueños se rompen en pedazos cuando se topan de frente con la realidad, porque la realidad a menudo es radicalmente distinta a como uno cree que es. Las personas no siempre son lo que aparentar ser, ni las relaciones, ni mucho menos los amigos. Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio. Lo que uno cree que es negro puede ser blanco, lo que uno cree que es blanco probablemente sea de todos los colores del arco iris. Uno sabe cómo empiezan las cosas, pero nunca sabe cómo van a terminar. 

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